«¡La calle es mía!»

Una de las definiciones de lo público que al que esto escribe más le place es aquella que enuncia que público es ( tal vez habría que utilizar el condicional) todo aquello de lo que puede disponerse, para su uso y disfrute, sin necesidad de pedir permiso. 

 Y sin embargo, en este nuestro pueblo, pareciera que los relojes invierten su marcha, retrotrayéndonos a la oscura época del tardofranquismo, en el que un correligionario del actual alcalde proclamaba aquello de: «¡La calle es mía!».

  Desde el ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial se ha negado el permiso para instalar dos mesas expositoras en la Plaza de Jacinto Benavente con ocasión de la fiesta de presentación de Casa Abierta, tras haber presentado instancia de petición en el registro municipal avalada por varios ciudadanos, aludiendo al riesgo para la población [sic] que se derivaría de su instalación dada la gran afluencia de visitantes del «belén monumental».

  En la conversación mantenida esta mañana con nuestro insigne munícipe, éste ha hecho saber que no autoriza mercadillos ni concede licencias para puestos (en franca contradicción con la respuesta denegatoria recibida, en la que se remite a la ordenanza municipal reguladora de las utilizaciones privativas y aprovechamientos especiales del dominio público local).

     En tan breve charla  se ha reproducido, además de los anacolutos  y aliteraciones propias de la retórica de este inefable personaje, la doctrina infalible que ya quedó patente en el pleno municipal del 7 de Noviembre de 2011 cuando se discutía sobre la arbitrariedad en la concesión de permisos de uso de los espacios públicos: «no se va a molestar al ciudadano gurriato…»(estas son palabras [véase página 45 del acta] del concejal de cultura, misma persona que firma, a 29 de Diciembre de 2009 [sic] la negativa respuesta).

…Salvo con monumentales imposiciones y faltas de gusto. 

 Al menos en esto, se hace patente la concepción de la igualdad que alumbra nuestro resignado munícipe, que en aras de preservar la apacibilidad de la vida del municipio, reconoció que, a su pesar, tampoco había concedido permiso a un conocido vendedor de melones que ejerce su oficio en El Escorial, teniendo ahora que desplazar su magna autoridad para adquirlos: «con lo que a mí me gustan los melones» [sic].

 Esta  negativa al libre uso de los espacios coincide con la  recibida por varios ciudadanos al intentar reservar salas de la Casa de la Juventud para celebrar reuniones si no cumplen el prerrequisito de formar parte de alguna asociación local. Estas, según la avergonzada respuesta de los técnicos, son las directrices enunciadas por la ínclita concejala de Juventud, Servicios Sociales y Sanidad – sí, han acertado, aquella que confundió alopatía con ludopatía.-

 Es pues cierto: a nuestro munícipe le gustan las cuentas claras (pero sin publicar en la web municipal), las calles limpias ( sobre todo de disidencias) y l@s melones.

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